No me puedo quejar, no puedo decir que la vida me haya tratado mal, no puedo decir que no haya conseguido mucho, casi todo lo que siempre quise, pero aun así me siento triste.


Soy una persona de metas, de destinos, de planes, y puedo admitir que los he ido cumpliendo todos. Cuando era pequeña e imaginaba mi vida "de mayor" siempre me veía a mi misma como una persona como lo que yo creía era una ¨ejecutiva¨ un jefe, una persona con un equipo de personas a las que organizar, viajando siempre de un lado a otro, con gastos pagados y alojandome en hoteles de 4 o 5 estrellas pagados por mi empresa.

Tengo que decir que escribo estas lineas sentada en uno de los dos sillones que hay en mi habitación ¨individual¨ o así la llaman aunque sea del tamaño de uno de esos estudios que hay por Madrid, en un hotel de 4 estrellas superior, situado en el centro de una capital europea. Por supuesto a gastos pagados, ya que es mi empresa la que paga la habitación, el desayuno, las comidas a parte de un dinerillo extra ¨por las molestias¨. Empresa donde soy jefa de un equipo de 11 personas, a las que digo lo que hacer, a las que ayudo a hacer las cosas bien y donde organizo un trabajo bien hecho.

Las metas cumplidas no quedan ahí, cuando era pequeña siempre decía que algún día viviría en el extranjero, aun recuerdo como mi madre y mi familia me decían muchas veces que tenía muchos pajaritos en la cabeza, jaja resulta irónico pensándolo ahora, como cuando decía que algún día viviría en el extranjero mi familia solía intentar convencerme de que tenia que poner los pies en el suelo.

Llevo un año y medio viviendo fuera de España, sin vistas a volver aun a mi país porque tal y como están las cosas por allí, por desgracia, mejor quedarse donde hay algo en lugar de volver a engrosar aun más las listas del paro.

Así que aquí estoy una madrileña residiendo en la República Checa y de viaje de negocios en Bratislava. La niña que soñaba con algo así estaría muy contenta y orgullosa, por haber alcanzado una meta que muchos creían imposible y solo un sueño. Sin embargo, ahora mismo le diría a esa niña que no hay sueños imposibles, pero que al final la felicidad no te la da un buen trabajo, ni viajes, ni hoteles caros, ni sueños difíciles de conseguir.

Al final lo que pareciera un sueño menor y fácilmente alcanzable, el que nunca te paraste a planear por su sencillez, hubiera sido el sueño que te hubiera dado la felicidad y hubiera evitado este vacio...